En el rostro de don Raymundo se dibuja una sonrisa astuta, aquella que se adquiere con los años. Tiene la cara de haber hecho algo malo, pero dice no arrepentirse. Acaba de pagar S/.5 por una docena de cabinzas por la que pedían diez. Aun así, le parece un abuso.
Don Raymundo Napuri Pizarro, quién acaba de llegar a la banqueta a reunise con su promoción de chalanas y pescas de madrugadas, es un anconero de pura cepa. Nació mucho antes que los edificios del balneario que se encuentran rodeados por AA.HH. Él, junto a su amigo Miguel Barahona de 88 años y Felipe Calderón de 92, se sientan a unos metros del muelle a observar el ocaso de la tarde como el de sus años. Entre la búsqueda brava de la memoria, naufraga los tramboyos que comía en altamar , mientras colocaba el cebo de cabinza al anzuelo, y hoy, le quieren vender el desperdicio a S/.10 , es un viejo pescador, “no se pasen”, reclama el menor del grupo de 86 abriles.
El exmarino Barahona, quien vigilaba Pata de Cabra, una de las diez islas guaneras del distrito, acusa qué Ancón ya no es como antes y los pescadores no son como ellos: respetuosos.
El puerto de Ancón, denominación brindada por el General San Martín en 1821, es una caleta de pescadores que congrega en sus aguas docenas de embarcaciones. Yates del lujo en el Yatch club, y barcos de madera en el muelle. Unos para pasear en verano, y los otros para pescar a diario.
El Balneario
Hoy, la playa solo esta acompañada del viento que acaricia las embarcaciones que se encuentran en el turbio mar y pocos transeúntes que merodean las orillas .Don Felipe, el mayor del grupo, alza la mirada al cielo e infla al pecho al recordar los años mozos de Ancón y los baja al ver el presente. El balneario esta casi vacio y los lujos han mudado al sur en buscas de otras playas.
En las playas anconeras veraneaban personajes de prestancia intelectual y económica, entre los cuales se destaca el tradicionalista Ricardo Palma, el historiador Raúl Porras Barrenechea, el presidente Mariano Ignacio Prado, el presidente Bustamante y Rivero.
Las personas que sobrepasan la barrera de los cincuenta años, han de recordar el Festival de Ancón como el festival más hermoso y lujoso que tuvo el país el siglo pasado. Comparado en su momento con Viña del Mar.
En la banca
Al frente del muelle, en las bancas, el trío de amigos comentan que el mejor cebiche que comieron fue en altamar, lugar al que no regresan por pedido expreso de sus familiares, más que por su edad.
El pescador y cocinero improvisado don Raymundo, pide a sus compañeros que comenten sobre su destreza culinaria – era malísimo por eso no me gustaba salir con él- señala un sonriente Barahona. “¡No se pasen muchachos! , mejor me voy” y se marcha con su bolsa de cabinza que minutos antes había regateado.
Escrito en el mes de octubre del 2013