Casacas que caminaban raudas en cuerpos jóvenes en las calles del Centro de Lima nos acompañaban, mientras el olor a heces aún se respira. Siempre fue así. O así lo recuerdo desde que empecé a frecuentar sus arterias. No ha cambiado, espero que no cambie. Me vacila comprar libros de ‘luca’ en Quilca y Malambito, fumar un pucho cerca al Queirolo, observar a gente “rara” paseando por la Plaza San Martín, pelear con los tíos que se pasan sermoneando bajo la estatua de San Martín y su rocín. Ver a la gente apretando su cartera cuando caminan cerca de un datero.

El dato de la noche es que nos quitábamos a El Mirador, un bar roquerazo que está en el último piso de un edificio y que se encuentran frente al mítico Bolivarcito, ahí estábamos , observando lo que sucede bajo nuestros pies e hipnotizados por la belleza de la Plaza desde las alturas. Los de abajo estaban apresurados sin mirar el hermoso recuadro del que eran participes. -Bueno, esa gente necesitaba alegrarse- , entonces le daremos cerveza, y vaya que le dimos; nos insultaban con sus rostros diminutos. Ni más volvemos a lanzar ‘chela’ desde el último piso, qué más da, con toda lo que lanzamos: se fueron veinte ‘lucas’ .

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Después del roche terrenal, regresamos a las andanzas en las alturas: el ambiente no estaba para presumir muchas cosas.Era temprano. Un par de ‘tías’ que sonreían a cualquiera que fijara su mirada en ellas. Al parecer miraban nuestros cuerpos mientras movían los suyos, alzaban los vasos y lo acariciaban con los labios – no hermano, que tal son peperas , ya me ha pasado- bueno, renunciamos al ligue . Será para la próxima. En fila india caminamos mientras uno de nosotros arrojaba su vaso de cerveza sobre el pecho de una muchacha, y recibía el primer golpe de un garañón, al parecer: era el flaco de la flaca. Bueno , nos botaron. Lo siento Lima, nos botaron temprano de tu cumple.